
En el medio se separó, se casó y se volvió a separar. Arrancó en Telefe, se fue al Nueve y se pasó a Canal 13. Lo humillaron en su propia casa. Lo acusaron de grasa, de cursi, de cuasi porno, de discriminador y de no aportar nada a la televisión. Se compró un equipo de Voley y otro de fútbol. Se construyó su propia productora. Se peleó con un gobierno, se amigo con otro y vuelta a pelearse....Dicen que se llevó puesto a un presidente. Dicen que tienen miedo que se lleve puesto a otro. Terminó el año con poco más de catorce puntos y muchos ya armaban la pira funeraria para quemar su cuerpo. Se rapó y se tatuó. Ya está, aseguraron los otros. Se volvió loco, se le subió la fama a la cabeza, le agarró el viejazo o está desesperado por volver a ser el de antes.
Encima tuvo la mala o buena idea de separarse. ¡Promoción! Gritaron los que que ven complots en todo lados. Coincidencia con su vuelta, afirmaron vehementes los que tienen la posta. Va a hablar del tema, confirmaron los bien informados. Se reconcilia en cámara, rezaron los devotos de los trascendidos. Blanquea una nueva relación, deliraron los que sueñan con ser guionistas y no periodistas. Cualquier cosa sirve para intentar que, de una vez por todas, este tipo nos deje en paz. Es cierto que sin él todo sería más aburrido y habría poco de qué hablar. Que los programas de espectáculos sobrevivirían duras penas y los de archivos directamente desaparecerían.
Es verdad también que en cada canal es un gerente de programación virtual. Que es la estampita que todos frotan cuando necesitan el milagro imposible. Por eso hay que pararlo ya antes que sea más tarde. No digan que no avisé. Hagamos de cuenta que fue un accidente. Compremos algunos jueces. Total, en este país ningún tema aguanta tres semanas en primera plana. No estoy hablando de un asesino serial. Estoy hablando de Marcelo Tinelli. La bestia.
Que es capaz de repatriar a sus viejos cómicos y tener a más de cuatro millones de personas pegadas a la pantalla viendo lo que ya vieron. Es él. No tiene cómplices. No acusen a nadie. Sólo hay que pararlo de alguna manera. De otra forma uno juega en inferioridad todo el tiempo. Alguien lo tiene que hacer o decir: Tinelli… déjate de joder y por favor tomate vacaciones. Déjanos en paz un rato. ¿Qué te cuesta?
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