Pol-ka apostó al regreso del culebrón con Los ricos no piden permiso.
Un gran elenco y despliegue de producción que parecía no aceptar
resultados intermedios y, si bien los números no alteraron la atención,
consiguió altos y bajos, sin tropiezos.Si hay algo positivo para sumar al expediente de la ficción es que,
después de mucho tiempo, la productora decidió ser fiel a la historia y
no pegar volantazos de último momento.En Los ricos no piden permiso no terminó
de grabar antes de salir al aire, y esa decisión siempre es subestimada
por el televidente, ya que, una de las costumbres más utilizadas por los
directores era cambiar momentos del libro que no funcionen como
esperaban.Dentro de esta alternativa vale todo. Matar a los protagonistas, si
es necesario, o pasar de la telenovela al policial para dar giros a la
ficción y probar nuevos caminos. Claros ejemplos de esto se observó en Noche y día, Mis amigos de siempre y Farsantes.En este caso, nada de eso sucedió. Tal como lo planeó llega a su fin.
El cambio de género no fue la primera opción, ninguna muerte fue la
solución al abandono de un actor, los malos no se hicieron bueno, ni
mucho menos el amor se convirtió en odio para justificar ausencias.Más allá de que Los ricos no piden permiso
presentó blancas historias de amor; dentro de una telenovela llena de
pasión y mentiras, donde los ricos y pobres se enfrentan para luego
enamorarse; sorteó los obstáculos peleó desde mucho más abajo que las
ficciones de la competencia y hoy llegará a su final de pie, con buenos
números y pasará a ser un buen recuerdo para el canal
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