La televisión de aire precisa cada vez más seres coloridos, sin pretenciones y con pocos escrúpulos para cuestionar y exhibir. Su meca suele ser el programa de Tinelli donde por sólo exponerse pueden lograr convocatorias en boliches para presencias que pueden pagarse desde $5000 a $20000 pesos.Pueden ser personajes armados, o que surjan de la coyuntura de los programas o refritos que vuelven a vivir.Entre ellos, la familia Cannigia volvió como un "deja vú" noventoso estética y conceptualmente. Los hijos de la excentrica pareja de Mariana Nannis y el futbolista Claudio Paul se mostraron en "Bailando 2012" con mucho de curioso y poco de atractivo.También el hijo de Jorge Porcel volvió con sus reclamos en medio de discursos alusinados: pidiendo 20 mil pesos para aceptar la menor propuesta, solicitando el regreso del gobierno de facto, llamando "populacho resentido" al público y pensandose desde un lugar que supo tener con 3 propiedades que le dejó su "mal padre" y que tanto el como su madre se dedicaron a rematar.La "sueca" casi surgió de la mirada atenta de Tinelli sobre su staff. Bella mujer, rubia y arquetipada hasta para hablar componía la "barbie" extranjera que precisaba el conductor para coquetear y jugar al soltero codiciado en medio de su separación de Guillermina Valdés. Luego de un escándalo por la presunción de un video posteriormente admitido por la joven, se guardó su figura y fue despachada como concursante.Pasó también Matías Alé, ya con un menor perfil y sólo hizo ruido con sus mensajes idénticos para diferentes conquistas y diciendo que tendría un affair con Mirtha Legrand y hasta con la presidenta de la Nación. Su imágen de galán fue desplazada por los nuevos teen que ya ocupan su lugar: Pedro Alfonso, Fede Bal y Alex Caniggia."No nos une el amor sino el espanto" diría un memorable escritor argentino. El "espanto" es una de las herramientas de los mediáticos. Pasajeros, irritantes, coloridos, paradigmáticos, por momentos "border", estos personajes son funcionales a la enorme "picadora de carne televisiva" en donde el que no está bien parado se deja llevar por el encantamiento de la luz roja de la cámara de televisión.
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