Sin duda, la pareja principesca cumple regulamente con sus obligaciones protocolarias: audiencia privada con Benedicto XVI, Festival de Circo de Montecarlo, viaje oficial a Polonia, etcétera.Cumplidas tan apasionantes obligaciones de Estado, el príncipe se ve obligado a justificar la ausencia de su esposa en las fiestas de la patrona de Mónaco, Sainte-Dévote, alegando una misteriosa gripe. Semanas antes, Charlène no dudó en tomarse unos días de vacaciones, sola, «entre amigas», en una famosa estación de deportes de invierno, en Suiza.Por su parte, el príncipe Alberto sabe asumir sus responsabilidades, en olímpica soledad, en la tribuna oficial del Rally de Monte Carlos, en el Forum económico de Davos, o durante un viaje más o menos oficial a Bélgica.Sin duda, cada una de esas «separaciones» tiene una justificación oficial. Sin duda, los príncipes son muy libres de llevar dos vidas paralelas, respetando los protocolos oficiales. Pero, esa relación «muy relajada» está muy lejos del «glamour» de su no tan lejano matrimonio, hace un año.La prensa rosa no duda: «Charlène y Alberto ¡no se ven jamás!» afirma en su portada el semanario Voici, ilustrando un texto más o menos malévolo con dos fotografías: una princesa de viaje, sola, en un aeropuerto, vestida con la discrección de una turista sencillita y el rostro de un príncipe víctima de un repentino ataque de aburrimiento.
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