No es un “Gran Hermano” como los anteriores. Es un reality donde algunos de sus
integrantes ya eran famosos antes de entrar a la Casa, cosa que siempre sucedía
cuando traspasaban la puerta hacia el afuera.Entre los que no cumplían con
la consigna del “book” femenino o masculino estaba Brian. El
distinto, el auténtico, el representante de una clase social alejada de lujos,
viajes y experiencias mediáticas. El que vino a mostrar como todos sus
debilidades y sus fortalezas, pero quizá con menos anticuerpos que otros.Por
eso quedó rápidamente expuesto y de ser el elegido por “real” pasó a ser primero
víctima y después victimario de un sistema que no pudo resistir. Porque para
resistir en “Gran Hermano” hay que saber jugar y mentir y Brian
no podía hacerlo. Se creyó el amor y la familia perfecta que lo esperaba en el
country y entró en un círculo de celos y posesión que lo dejó al descubierto,
alcohol mediante. Una espiral de violencia donde el perdon y la reconciliación,
se sabe, no valen.Sin defensas a la hora de ser expulsado justamente por
violento y sin justificativos, lo interesante ahora es mirar el espejo de la
sociedad que muestra esta Casa y verlo quizá, como un emergente. Gane quien
gane, “Gran Hermano” ya perdió.
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