Telefe reunió a dos generaciones distintas dentro del elenco de La Leona,
pero tanto el padre como el hijo de la familia Miller conjugan
experiencia, excelencia y vocación. Representados por Miguel Ángel Solá y
Peter Lanzani, la codicia, el poder, el bien, el mal, el sexo y el
abandono están dentro de cada escena en la que el odio se lleva el
protagonismo y se expresa en las miradas de ambos. En la piel de Klaus Miller, Miguel Ángel Solá representa al villano
más temeroso de las ficciones nacionales que hoy muestra la pantalla
argentina. El dueño de la fábrica textil Liberman está dispuesto a todo
para mantener su poder, mientras afronta en silencio una enfermedad
terminal. Pero detrás de las características generales del personaje, se
encuentra el dinero como la razón fundamental del conflictocon su
familia, su desamor para con sus hijos y las reincidentes infidelidades
con su mujer. Peter Lanzani es Brian Miller, su hijo menor, el más
ignorado, capaz de encontrar consuelo en el pozo más profundo en el que
se encuentra al caer, de manera insistente, en la droga.El joven que nació en las sagas de Cris Morena pronto se transformó
en un actor esperado por la pantalla grande y chica, sumadas a los
escenarios teatrales. En ellos no hubo más lugar para el amor ni el
carisma adolescentes. Peter Lanzani se luce en La Leona desde el drama, así como antes lo hizo en La dueña, pasando por las confusas intenciones que mostró con su personaje en Señores Papis.Miguel Ángel Solá ha recorrido un sinfín de historias en tv que datan
desde 1971 y llegan a sus últimos años en pantalla, de la mano de la TV
Pública, en ¿Quién mató a Bebe Uriarte?, hasta sus últimas participaciones especiales en Telefe, en algunos episodios de Historias de corazón.Pero en La Leona, ambos construyen una
rivalidad que se transmite en pantalla como algo más que diferencias
entre padre e hijo. La creación de los personajes junto a la capacidad
de los actores encuentran el modo de transmitir su odio desde escenas
que ocupen casi el bloque por completo, lleno de palabras desgraciadas
rozando la agresión física desde la ira, o en tan solo pocos segundos
donde solo es partícipe el silencio.
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